Cada vez hay más diagnósticos de Déficit de atención y/o Hiperactividad, ¿hay más casos o ahora se le pone nombre a algo que ya ocurría antes? En cualquier caso considero que hay muchos diagnósticos erróneos o que simplemente no explican aquello que le está ocurriendo al/a niño/a. Es decir, estas etiquetas son descriptivas, hablan de la conducta, pero no de qué la provoca y, en muchas ocasiones, el tratamiento va enfocado a lo primero sin resolver lo segundo. Por eso, lo que a menudo ocurre es que el síntoma se transforma, y los diagnósticos van variando y complejizándose con la edad o se le van añadiendo cada vez más adjetivos, como desafiante, explosivo, etc. Y es que, cuando una petición de ayuda no es escuchada o atendida como se necesita, la lógica y la supervivencia nos invitan a intentar otros métodos cada vez más llamativos.

¿Y si la causa de conductas expansivas (necesitar movimiento) fueran una manera de regular o calmar una emoción? ¿Y si no poder prestar atención a la información que se recibe del exterior tuviera que ver con una dificultad emocional que es más demandante? Creo que precisamente este cambio de perspectiva es lo que más puede ayudar a los/as niños/as, porque no es más que una expresión de su mundo interno, intentan solucionar y demandar lo que necesitan de las maneras que saben y pueden. No nos olvidemos de que son pequeños/as y están aprendiendo; a veces les pedimos cosas que ni los propios adultos podemos hacer. Por eso tenemos que ayudarlos a que elaboren, manejen, integren, etc. aquello que les está ocurriendo a nivel interno, no castigar e ignorar, porque entonces aprenden que lo que sienten está mal, no es adecuado o no importa. Y como ya hemos señalado en otras entradas del blog, no hay nada más doloroso que no ser reconocido, y no hay nada más sanador que ser validado.

Por eso si vemos un/a niño/a que no puede estar sentado en su silla o parece no estar escuchando aquello que se le dice, en lugar de los recurrentes “estate quieto/a” o “¿estás sordo/o?”, puede ser bueno acercarnos despacio, ponernos a su altura, hablar con voz calmada, utilizando palabras cariñosas y decirle algo como: “me da la sensación de que algo te está ocurriendo, no sé si estás triste, enfadado/a o preocupado/a por algo, me gustaría poder ayudarte, ¿qué necesitas?”.
Os invito a leer también la reflexión que hacen desde Terra Mater relacionado con el trauma y el estrés crónico infantil.

Si en tu familia hay un/a menor que necesita expresar a través del movimiento o la falta de atención algo que le está ocurriendo y, a pesar de los intentos de ayuda, estos síntomas no se reducen o cogen otras formas, puedes ponerte en contacto conmigo en nuestro Centro de Psicología en Arganzuela.