Con motivo del día Universal del/a niño/a del pasado 20 de noviembre, quiero hacer esta entrada para hablar de las necesidades de las personas en esta edad tan bonita, vulnerable y difícil a la vez, en la que los/as adultos/as somos los/as responsables, los/as que tenemos los recursos para poder cuidar, ayudar y proteger.
Si bien estas necesidades son aplicables a cada adolescente y adulto/a, pues todas las personas necesitamos y nos merecemos ser cuidadas. Especialmente si no lo fuimos en nuestra infancia. Este texto va dirigido a todos/as los/as niños/as que lo son, los que lo fuimos y los que lo serán.
Relacionándolo con todas las entradas anteriores de mi blog que hablan sobre las emociones, tanto las agradables como las desagradables, podemos decir que lo más necesario para los seres humanos es que se nos reconozca y se nos valide. Cuando un/a niño/a se cae y llora (o cualquier circunstancia desagradable vivida), ya sea porque le duele, porque se ha asustado, etc., a las personas que estamos alrededor nos puede salir decir cosas del tipo “no pasa nada”, “no te preocupes” o “no te asustes”. Algo que, con toda la buena intención del mundo porque lo que queremos es calmar, puede crear una confusión interna, pues por dentro siento algo desagradable y desde fuera me dicen que no tengo que sentirlo o no es real. No estoy diciendo que no haya que hacer nada para intentar calmar, si no que primero hay que validar lo que le está ocurriendo a la persona, muchas veces con describir es suficiente (“¡Ah! Estás llorando porque te has caído”), pero también podemos ponerle nombre a lo que creemos que puede estar ocurriendo internamente (“¡Vaya! Te has asustado/estás triste porque te has caído/te duele”). Para después acompañar y ayudar a calmar (“yo estoy aquí, vamos a limpiar la herida, me voy a quedar contigo hasta que se te pase, si lo necesitas te puedo dar un abrazo, etc.”). He elegido este ejemplo por lo sencillo y habitual que creo que es y por supuesto es extensible a cualquier edad y circunstancia.
Sé que puede resultar difícil sostenernos y acompañar al que sufre, pero necesitamos que se nos reconozca y se nos valide en lo que sentimos y se nos acompañe y se nos ayude a calmar, y más cuando somos pequeños/as y no tenemos los recursos para hacerlo. No hay nada más enloquecedor y doloroso que sentirnos negados en algo que experimentamos. Como ya he dicho en varias ocasiones las emociones no son buenas o malas, simplemente nos ocurren y nos podemos controlar cómo aparecen, pero lo que más ayuda a manejarlas, transitarlas y que poco a poco se disuelvan es ponerles nombre y que, tanto internamente como desde fuera, se nos reconozcan y se nos permita sentirlas.
Si conoces algún niño o alguna familia con menores que estén sufriendo y todo lo intentado hasta ahora parece no funcionar puedes ponerte en contacto conmigo, tu Psicógola en Arganzuela, estaré encantada de acompañarte/os y ayudarte/os.